CABEZA O CORAZÓN



¿La cabeza o el corazón?
Con frecuencia se opone la razón al sentimiento, es decir, lo que pasa por la cabeza frente a lo que pasa por el corazón. En algunas ocasiones nos sentimos perplejos ante dos voces que nos hablan interiormente con fuerza y claridad pero de forma contradictoria. ¿Cuántas veces nos hemos preguntado si debíamos escuchar lo que nos decía la cabeza o lo que nos gritaba el corazón?... Sin duda una referencia segura, cada
uno ha hecho lo que ha podido sin saber con exactitud a cuál tenía que seguir. Algunas veces hemos hecho caso de nuestros sentimientos, de lo que nos decía el corazón, y hemos acertado: todo ha resultado maravilloso y nos hemos sentido realizados. Otras, en cambio, una decisión análoga nos ha traído muchas decepciones. Lo mismo puede decirse respecto a la cabeza. En ciertas ocasiones la sensatez de la razón nos ha evitado muchos sinsabores; pero en otras, seguir los dictados de la lógica sin tener en cuenta lo que nos decía el corazón nos ha llevado a actuar de modo inadecuado. Por otra parte, durante mucho tiempo se ha asociado el corazón con las emociones (luego veremos por qué); en cambio, rara vez se asocia el corazón con la inteligencia. Parece como si la inteligencia estuviera reservada a la cabeza; y respecto a lo que ocurre en el corazón, en el vientre, en el cuerpo, en una palabra, en el campo confuso y
complejo de los sentimientos, nos las arreglamos como podemos. Cuando hablamos de nuestras emociones, ponemos la mano en el corazón o en el vientre (¡vaya, qué curioso!..., observemos de paso que hay dos lugares…), pero desde luego no en la cabeza. En cambio, cuando nos concentramos para pensar, nos tomamos la cabeza entre las manos. Mediante esos gestos, habituales e intuitivos, mostramos que las emociones parecen tener origen en un lugar distinto al del pensamiento; al menos eso es lo que
creemos de forma instintiva. Sin embargo, como veremos más adelante, la cosa no es tan sencilla. Entonces, ¿qué hacemos? ¿La cabeza o el corazón? Quisiéramos gobernar nuestra existencia de modo inteligente y sensato, tomar decisiones acertadas, reaccionar de manera adecuada y lúcida frente a lo que la vida nos presenta y, al mismo tiempo, disfrutar plenamente del privilegio de sentirla y experimentarla. ¿Pero dónde encontrar
un manual de instrucciones que nos indique cómo manejar una estructura tan compleja como la nuestra? ¿Dónde hallar al menos unos parapetos que nos eviten salir del camino que conduce al pleno florecimiento interior?
Para aclarar un poco ese galimatías, tendremos pues que definir con precisión lo que ocurre en la cabeza –y que puede proceder de partes muy distintas de la mente- y lo que ocurre en el corazón –que puede ser algo muy distinto de unas simples emociones-.
Tanto en la cabeza como en el corazón existen mecanismos fascinantes, algunos de los cuales sustentan nuestro bienestar y nos permiten realizarnos con plenitud; otros, en cambio, lo limitan… por ahora.
ANNIE MARQUIER.

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